Aunque Morales sigue a la cabeza en los sondeos, los problemas que afronta la nación en la Amazonía y las protestas sociales parecen alejar al mandatario de una victoria sin balotaje. Sin embargo, su carta para repetir en el cargo está clara: el imparable crecimiento económico.
Las campañas presidenciales de Bolivia están al rojo vivo. Y no es metáfora, ya que los incendios forestales se transformaron en tema central del país a solo mes y medio de los comicios que se realizarán el 20 de octubre y en los que el presidente Evo Morales busca su tercera reelección.
Hasta ahora, de acuerdo con las encuestas publicadas, Morales avanza cómodo en el primer lugar, aunque no con un nivel suficiente para garantizar su triunfo en primera vuelta. Por eso, el impacto electoral de la crisis por los incendios, que incluso tuvo repercusión internacional, será decisivo para inclinar la balanza a su favor o en contra.
El 20 de octubre, 7,2 millones de bolivianos están convocados a elegir presidente y vicepresidente para el periodo 2020-2025, más 130 diputados y 36 senadores. Entre las nueve fórmulas presidenciales registradas, Morales lidera los sondeos con un rango de intención de voto que va del 34 % al 43 %. Carlos Mesa, el expresidente reconvertido en principal opositor con su alianza Comunidad Ciudadana, tiene del 22 % al 28 %. En tercer lugar, el senador Óscar Ortiz registra del 9,0 % al 13 %.
Para ganar ese día, Morales necesita obtener el 50% más uno de los votos. O el 40%, pero con una diferencia del 10% frente a su competidor más cercano. De lo contrario, habrá una segunda vuelta el 15 de diciembre, instancia en la que Masa apuesta al triunfo.
Desde que se visibilizó la tragedia ambiental en Bolivia, la oposición, encabezada por Mesa, y diversas organizaciones sociales culparon a Morales por haber promovido leyes que incentivan la quema de bosques para ampliar fronteras agrícolas, con el fin de incrementar la producción ganadera. Desde el gobierno rechazaron cualquier responsabilidad y respondieron que el fuego se había propagado por los vientos y la sequedad del clima.
Los reflectores internacionales estaban centrados en los incendios del Amazonas brasileño, pero de a poco voltearon hacia esta zona boliviana en la que hay miles de damnificados y está amenazada la supervivencia de 1.200 especies, más 1,2 hectáreas de bosque quemadas, 339 hectáreas de cultivo dañadas, 9,5 millones de dólares de pérdidas en la actividad ganadera, afectación en el sector turístico y daños incalculables en pinturas rupestres. El saldo es provisional porque los incendios continúan, aunque la atención mediática disminuyó.
El panorama se complicó con los incendios de la Chiquitanía, una región ubicada en el sur del país, y que fueron usados por los opositores para criticar al presidente, y por el presidente para hacer campaña.
En la campaña oficialista pervive el recuerdo y la confianza de anteriores e indiscutibles victorias. En 2002, en su primera candidatura presidencial, Morales perdió en la segunda vuelta, pero en 2005 ganó con el 53,72 % de los sufragios, y en 2009 se reeligió con el 64,22 %. En 2015, repitió el triunfo con el 63,36 %.
Ahora, con las elecciones encima, la controversia del referendo ya quedó desdibujada. Hay conflictos cotidianos, más urgentes y visibles. A los incendios en la Chiquitanía hay que sumar las protestas sociales que desde hace 20 días alteran La Paz. Los mineros de la empresa San Cristóbal, que ya estaban en paro en reclamo de derechos laborales, con marchas y plantones frente a sedes gubernamentales, comenzaron una huelga de hambre, mientras que los médicos del sector público continúan su propia protesta para exigir que se les incorpore a la Ley del Trabajo, lo que les permitiría acceder a los beneficios de trabajadores estatales.
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